miércoles, mayo 21, 2014

¿Para Dónde Vamos?




Pereira cuenta con un sistema de indicadores sobre la calidad de vida de la ciudad, "Pereira Como Vamos", apoyado por el sector privado y la academia, cuyos resultados son comparables con otras ciudades del país. La calidad de vida es medida a través de indicadores de percepción ciudadana y de otros indicadores basados en fuentes secundarias de información.

Los informes pretenden incentivar el debate sobre el futuro de la ciudad en las universidades y centros de educación. Los resultados tienen el carácter de informe, muestran una radiografía de la ciudad en un momento dado o la evolución de ciertos indicadores, sin embargo, le corresponde a la academia profundizar en las relaciones entre los indicadores, sus causas y alternativas de solución.

En el informe, presentado la semana pasada, los indicadores de calidad de vida se dividieron en dos, los que miden los activos de las personas (pobreza, inequidad, educación, salud, seguridad) y los que impactan el habitat urbano (vivienda, servicios públicos, movilidad, recreación y cultura, medio ambiente, espacio público). Ésta última dimensión, quedo incompleta al no poder medir las variables medio ambientales que afectan directamente la calidad de vida de las personas y son un reflejo de las políticas de desarrollo urbano de las ciudades.

Frente a las activos de los pereiranos, la encuesta continúa mostrando la dificultad de la ciudad para encontrar fuentes de generación de empleo e ingresos capaces de sustituir a la agricultura y a la industria. El café, además de generar empleo tenía un efecto importante en la distribución del ingreso. Pereira ha disminuido en 4.7 puntos el porcentaje de personas en condición de pobreza bajando al 21.9% (del 2008 al 2012), con un coeficiente de Gini del 0,456. Una disminución menor a la lograda en otras partes del país.

Se registran avances importantes en varios indicadores de salud y educación, pero hay otros críticos para la disminución de la pobreza y la inequidad como la disminución del porcentaje de adolescentes en embarazo (67,33%) y número de casos de niñas embarazadas entre los 10 y 14 años que llegó a 48. Igualmente, la disminución en la desnutrición crónica en menores de 5 años. Más educación y atención integral a la primera infancia mejoraría la tasa de cobertura neta en transición (69,85), disminuiría la desnutrición y tendría importantes impactos sociales en el largo plazo.

Por último, es necesario aumentar la tasa de cobertura neta de educación media (50,99) articulada al SENA y a la generación de capacidades para desarrollar nuevos sectores productivos y atender adecuadamente las necesidades de los existentes.




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