martes, octubre 28, 2008

La Democracia Empeñada

Adriana Vallejo de la Pava
La Tarde, martes 28 de octubre de 2008

El pasado fin de semana, se celebraron las consultas de tres importantes partidos políticos, que pretende avanzar en su democratización. El fortalecimiento de los partidos es un componente necesario para el buen funcionamiento del sistema político colombiano. Sin embargo, el problema estructural de nuestro sistema político es consecuencia del dinero, producto del narcotráfico y de la corrupción, que soporta el sistema electoral.

El caso del Presidente del Senado ilustra muy bien la situación de muchos congresistas, diputados, concejales, alcaldes o gobernadores. El senador conservador, le ha explicado a la opinión pública, que el capital que había logrado conseguir en su profesión como abogado, lo fue perdiendo y desde que ingresó a la política vive endeudado, que el paga sus deudas y se vuelve a endeudar y así ha sobrevivido.  Seguramente esa es su situación.

El costo para lograr rendimientos electorales en Colombia es altísimo. Los dineros del narcotráfico, de lavado de dólares, de la corrupción o de diferentes formas de procedencia lícita o ilícita ingresan en enormes cantidades a las campañas políticas y han hecho de la política un negocio, por eso no sorprende que quienes no recurren a fuentes de financiación ilícita en muchos casos, pierdan los ahorros conseguidos con su profesión, vivan endeudados, pongan en riesgo el patrimonio de sus familias o vivan en lamentables condiciones de iliquidez.

Los que se mueven en el mundo político, abiertamente reconocen, como lo hizo otro congresista investigado, ante los medios de comunicación, que “todo el mundo sabe, que las campañas cuestan mucho más de lo que permite la ley”. Como no existen controles efectivos sobre los gastos de las campañas, el mercado electoral establece su propia mano invisible y hoy se estima que una campaña al Senado de la República cuesta 2.000 millones de pesos y una a la Cámara de Representantes 800 millones de pesos.  

Como en cualquier mercado hay una cadena de intermediarios para llegar al elector, unos con curul y otros sin ella, pero de todas maneras cobran su margen de intermediación. El mercado se apoya comúnmente en los representantes de la comunidad, comuneros o presidentes de junta de los barrios, que ante sus dificultades de supervivencia personal y familiar venden los votos de sus comunidades, por dinero o por puestos de trabajo para ellos o para sus familiares.  El clientelismo alivia la carga financiera, de los aspirantes que pueden a recurrir a el, porque pueden apoyarse, en los puestos de las administraciones públicas, para comprometer el voto de los intermediarios, sin tener que invertir dinero.   

No puede haber una verdadera reforma política para el país, sin una transformación del sistema electoral y sin un cambio en la cultura política.

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