martes, noviembre 10, 2009

Un Debate Pendiente

Adriana Vallejo de la Pava
La Tarde, martes 10 de noviembre de 2009

Los asuntos políticos internos y externos del país han desviado la atención sobre un tema fundamental: ¿cuál debe ser la estrategia de desarrollo del país no sólo para crecer, sino también para generar empleo y disminuir las desigualdades sociales?

La minería y el petróleo han ocupado los primeros lugares, este sector, en el 2008, creció tres veces más que la economía nacional. En el primer semestre lo hizo levemente por encima del 10 por ciento (en momentos de plena recesión). Las exportaciones en los últimos cinco años se multiplicaron por cinco. La inversión en este sector ha ido en aumento y el gobierno proyecta, para la próxima década, realizar inversiones por 47.114 millones de dólares (La República, 3 de noviembre).

Mientras este sector ha crecido, se ha aumentado el desempleo y la desigualdad, no por razones atribuibles a la política nacional, sino porque la mayoría de los países del mundo, que dependen de los recursos naturales, no logran llegar a ser desarrollados, por el contrario, se caracterizan por tener altas tasas de desempleo y una alta concentración del ingreso.

Moisés Naím, editor de la revista Foreing Policy, ha explicado claramente lo que se ha denominado “la maldición de los recursos naturales”. Desde 1975, las economías de los países ricos en recursos naturales, han crecido menos que las de los países cuyas exportaciones no dependen principalmente de estos recursos. Los altos ingresos de divisas contribuyen a mantener revaluadas las monedas de los países, perjudicando la competitividad de otros sectores productivos exportadores, que generan más empleo, como por ejemplo, las flores, las frutas o las confecciones.

El crecimiento de la industria genera nuevos puestos de trabajo, sin embargo, el crecimiento del petróleo no se refleja en la misma proporción en los niveles de empleo. En los países exportadores de petróleo, ese sector genera más del 80 por ciento de los ingresos totales, pero sólo genera el 10 por ciento del empleo.

La estrategia de desarrollo del país no puede girar alrededor del sector minero-energético, con una moneda sobrevaluada y un sistema financiero privilegiado. Ese sector puede completar la estrategia de desarrollo con una política fiscal, monetaria y cambiaria, diferente a la que se ha tenido, y con políticas de distribución del ingreso basadas en la educación y no en el asistencialismo.

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