martes, noviembre 11, 2008

¿Qué hacer con 10 mil millones de dólares?

Adriana Vallejo de la Pava
La Tarde, martes 11 de noviembre de 2008

La pregunta fue formulada a un grupo de reconocidos académicos e implementadores de políticas públicas, entre ellos, el Premio Nobel en Economía, Finn E. Kydeland; el ex Secretario Adjunto de la ONU, José Antonio Ocampo; la ex Directora del Grupo sobre Pobreza del PNUD, Nora Lustig; la Presidenta del Centro para el Desarrollo Mundial, Nancy Birdsall.

Los 10 mil millones de dólares debía destinarse a solucionar los problemas más urgentes de los países de América Latina, para ello, los expertos tenían la tarea de decidir: ¿qué programas tendrían mayor impacto y representarían el mejor uso de los limitados recursos?, ¿cómo priorizar esos programas?

Lo primero que debían hacer, era identificar diez desafíos, entre los cuales estaban, la calidad de la educación, la disponibilidad de recursos de salud, la disminución de la violencia, la mejora de los sistemas políticos y las instituciones democráticas, el fortalecimiento de la administración y las finanzas públicas.  Para lograr los desafíos se plantearon 44 posibles soluciones, basadas en la evidencia empírica existente y en el cálculo de costos y beneficios de las intervenciones, con fin de elaborar una lista priorizada de las soluciones más eficientes.

El programa que obtuvo la máxima prioridad fue el desarrollo infantil temprano, es decir, la inversión en los niños entre los cero y los seis años de edad en su desarrollo físico, intelectual y social. Este programa, no sólo mejora las posibilidades en la vida de los niños, sino también, en la del resto de la familia. La mejor inversión en América Latina y el Caribe serían los programas para promover el desarrollo infantil temprano.

En los primeros cinco y seis años de edad se desarrolla el cerebro y aproximadamente la mitad del potencial intelectual de las personas, por esa razón, los primeros años son determinantes para romper el ciclo de la pobreza, para disminuir la inequidad, la desnutrición, el bajo rendimiento escolar y la poca capacidad productiva. La relación costo-beneficio de esta inversión es de ocho a uno, los niños que ingresan al colegio en su primera infancia tienen mejor desempeño académico y mayores oportunidades de generar ingresos cuando son adultos.

Para construir estrategias de desarrollo basadas en el conocimiento, se necesita, desde la primera infancia, estimular la creatividad, la innovación y el espíritu investigativo.

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